sábado, 3 de marzo de 2018

SOBRE JAMES RODRÍGUEZ

A pocos meses de que se inicie nuevamente el mundial de futbol escribo esta entrada a sabiendas de que en Colombia me meto en un berenjenal, pero no me importa.

El anterior mundial, el del 2014, me cogió viviendo en Bogotá. Me sorprendió que los días que jugaba Colombia y ganaba, las jornadas finalizaban con docenas de heridos y algunos muertos. Además era una temeridad salir a la calle, después del partido, porque te podía pasar cualquier cosa.

Recuerdo también que los días que jugaba Colombia se decretaba la ley seca, consistente en que nadie podía venderte un gramo de alcohol desde las 12 de la noche, del día anterior, hasta las 12 del día siguiente. Es decir mientras que en el resto del mundo, el sector hostelero aprovecha para hacer caja en un mundial de fútbol –la gente le gusta ver los partidos en las terrazas junto a los amigos o familiares- en Colombia no es posible y se deprime más el sector.

Está bien que el futbol sea una religión en Colombia, pero estas  circunstancias, por si solas, deberían hacer reflexionar a los colombianos. ¿Por qué  les tratan como a niños pequeños? y ¿por qué no asumen las responsabilidades de sus actos¿

El 2 de octubre del 2016, se celebró en todo el país un plebiscito para refrendar o no el Acuerdo de Paz de la Habana. Los partidarios del no  ganaron la consulta por 6.431.376 votos, frente a los 6.377.482 de los del sí. El resultado conmocionó prácticamente a todo el mundo.  

La campaña fue muy sucia, sobre todo por parte de los del no, donde se atrevieron a colocar vallas publicitarias por todo el país,  donde aseguraban que votar a favor del acuerdo de paz era votar por la presidencia de Timochenko, máximo comandante de las FARC. En los sondeos actuales no llegan al 2% en intención de voto.

Valla informativa de los partidarios del NO
En este contexto, el periodista inglés, John Carlin, escribía una columna en el diario El País de España, titulada James es un cobarde: ¿Sí o no¿ . Jhon le invitaba a pronunciarse sobre el sí, como lo había hecho anteriormente otro ídolo deportivo colombiano, el ciclista Nairo Quintana.

Y le decía: Otra cosa es que se quede callado un futbolista cuando lo que está en juego no es el resultado de una elección general más, sino el destino del país en el que nació. Es el caso hoy de James Rodríguez. El 2 de octubre se celebrará aquí en Colombia un plebiscito para decidir si el acuerdo de paz que el gobierno ha negociado con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para poner fin a medio siglo de guerra se implementará o no. Los colombianos tendrán que votar “sí” o “no” al acuerdo. Si votan que no, cuatro años de negociaciones se irán a la basura y de vuelta a los asesinatos y los secuestros, al terror y a los enfrentamientos militares.

James se quedó callado. Sin embargo, un mes más tarde no tuvo reparos para hacerse una foto en el campo de fútbol del Real Madrid, con los expresidentes colombianos Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, que encabezaron las campañas por el no y que actualmente, de cara a las elecciones generales de éste año, sus respectivas formaciones se manifiestan por hacer trizas el acuerdo de paz, que ha hecho suyo el Estado colombiano.


James entre Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, en el campo del R.Madrid
Sabemos que la vida de un futbolista puede ser unos 15 o 18 años. A partir de aquí ya eres un ciudadano normal como el resto, aunque dispongas de mucho dinero. James, mal asesorado, no se ha dado cuenta que se puede simultanear  ser un buen futbolista con un buen ciudadano colombiano.

De lo primero no hay dudas. En cuanto a lo segunda a mi me parece un pobre idiota.

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